Los padres en la actualidad ya no somos como eran nuestros padres o abuelos. Antes se ejercía autoridad con una simple mirada o comentario, mientras que a nosotros nos han perdido el respeto en muchas ocasiones.
Esa obediencia ya no existe, aquello de «haz esto o deja lo otro» y sin decir ni media palabra hacíamos caso. Esto ya no ocurre.
Implica que ya no tienen temor a las consecuencias, sobre todo físicas, algo que por otra parte es genial. La fuerza física tampoco es necesaria ni debe ser una opción.
Siempre es mejor que razonen y que no obedezcan sin más. Debemos tener en cuenta que ahora se tiene que trabajar más para obtener ese respeto.
No es lo mismo que tengamos que explicarles el porqué de una acción o decisión que directamente no nos respeten e intenten hacer lo que les plazca.
En ningún momento, defendemos lo de “un guantazo a tiempo”. No utilizar ese recurso que nuestros padres o abuelos usaban, debemos usar otros y no todo el mundo lo sabe hacer.
Qué pasos debemos seguir para restablecer el respeto.
Lo primero y primordial, es darles a nuestros hijos una educación desde pequeños con su ejemplo en casa, cariño, respeto, consejos y tareas marcadas como rutinas. Estas nos ayudan a solventar muchos problemas del día a día.
El problema es, que cuando no utilizamos la fuerza y tampoco hacemos lo propio con la educación, llegamos a un punto en el que los hijos pasan a ser unos maleducados y puede que con el tiempo a algo más.
Por esta razón la violencia filio-paternal cada vez es más común y la tiranía de hijos con sus padres crece.
Solemos ver programas como “hermano mayor” donde se muestra que son cada vez más comunes las agresiones físicas o verbales a los padres, que no han sabido darles unas pautas a sus hijos desde bien pequeños.
¿Cómo restablecer la autoridad de nuestros padres sin usar la violencia?
Lo primero que debemos saber es que ejercer la autoridad sobre los hijos, no quiere decir que seamos unos padres autoritarios.
Más bien debemos hacerles ver que tanto “papá” como “mamá”, somos las figuras a la que se debe respetar y obedecer, puesto que todo lo que les digamos es por su bien y no para nuestro beneficio.
Por esta razón menciono tantas veces el hecho de dar ejemplo con nuestros actos.
Si nos comportamos como debemos, llevamos un orden, seguimos unas rutinas en el día a día y no somos caóticos. Será más sencillo para vuestro hijo/a.
Entenderá que no se sale los martes o que se vuelve a casa a una hora concreta para cenar todos junto.
No habrá necesidad de gritos, de enfados, de amenazas o de violencia física de padres a hijos o incluso de hijos a padres.
Se pueden estipular todas las rutinas que cada familia quiera o considere importantes. Ahora bien, no se debe confundir la autoridad con la dictadura.
La autoridad no es incompatible con el respeto ni con la flexibilidad, si nuestro hijo no comparte lo que estamos diciendo tiene que poder rebatirnos o intentar explicarnos porque no lo ve bien y ofrecer otra posible solución.
Nosotros veremos entonces si tiene lógica o no, pero siempre debemos escuchar y hablarlo. Puesto que queremos una autoridad basada en el respeto, en la negociación y en la lógica y no basada en el miedo y el caos.
Claves para restablecer el orden y la autoridad.
- Dejar claras cuáles son las normas en casa (ten en cuenta que esas normas también te afectan a ti, no vale lo de nuestros abuelos, aquello de que el padre hacia lo que quisiera por encima de todo).
- Da ejemplo.
- Nunca ejerceremos violencia, deberemos hablar y razonar, así como hacer que hablen y razonen sin rabietas nuestros hijos/as.
- Pierde el miedo a decir “NO”, pero explícalo, no vale el “no porque no” o el “no porque lo digo yo”.
- Se coherente con tus actos, si dices que harás algo, hazlo. Tanto si es para bien (una recompensa) como si es para mal (si se castiga por algo, se mantiene y siempre que haga aquello por lo que se la ha castigado se llevará el mismo castigo o superior si es muy reincidente, pero no se deja pasar).
- Si te equivocas, reconocer tu error háblalo y solucionadlo entre padres e hijos (esto hará que si nuestros hijos se equivocan en algo quieran hablarlo con nosotros).
- Dales voz, no pretendas que no quieran rechistar o poner en entredicho lo que digas, sino que es bueno que rebatan y que piensen por sí mismos.