¡Buenas tardes a tod@s! Hoy vamos a hablar de los castigos.
¿Qué es un castigo?
Antes de nada, debemos conocer bien el significado real de la palabra castigo. Un castigo no debería consistir en aislar al niño, alzar la voz o usar la fuerza… Ni mucho menos.
Entendemos por castigo aquel proceso que tiene como finalidad eliminar un hábito administrando un estímulo aversivo o retirando un estímulo apetitivo para el sujeto.
¿Qué quiere decir esto?
Supongamos que el estímulo apetecible en este caso es “jugar a la videoconsola” y el hábito a eliminar es “no recoger su habitación”. Jugar a la videoconsola, es un estímulo que, por sí mismo, actúa como reforzador y como motivador del niño por lo que, si lo retiramos después de una conducta inadecuada (no recoger la habitación) y dejamos al niño sin jugar a la Play, esto actuará como estímulo aversivo y, por lo tanto, como castigo. Produciéndose a la larga una eliminación del hábito pues el niño comprende que, si no recoge su habitación, no tendrá su rato de videoconsola.
Aunque el castigo no es recomendable como única manera de educar frente a las conductas que no consideramos positivas hay que tener mucho cuidado con cuándo y de qué manera aplicarlo pues, podríamos estar causando un daño emocional a nuestro hijo sin darnos cuenta. Por eso es recomendable tener en cuenta las siguientes consecuencias que pueden producir los castigos.
Consecuencias de los castigos:
- Son temporales y específicos: solo son eficaces cuando está presente la persona que castiga o cuando resulta seguro que se conoce cuál ha sido la falta cometida.
- No crea una respuesta nueva determinada, sino que puede provocar cualquier respuesta alternativa, aleatoriamente.
Al castigar, desconocemos cuál va a ser la respuesta alternativa que tenga nuestro hijo frente al castigo por lo que la respuesta puede no ser la esperada y disgustarnos aún más. - Frecuentemente provoca respuestas ansiosas y sentimientos de ira que pueden derivar en:
- Manifestaciones agresivas (físicas o verbales) normalmente contra el que aplica el castigo, pero puede ser que se torne contra compañeros que estén cerca o involucrados en el castigo (a su parecer), hermanos, personas más débiles o inferiores, o incluso contra animales, objetos, muebles o contra sí mismo en forma de daño físico o pensamientos hirientes hacia su persona “siempre me castigan porque soy un inútil”, “no me quiere nadie” …
- Cuando castigamos frecuentemente con frases del tipo “eres tonto”, “así no vas a ser una persona de provecho”, “eres un vago”, “no sirves para nada” … genera en el niño o adolescente unas ideas y unos sentimientos de auto-desvalorización. EL NIÑO TERMINA POR CREERSELO y su autoestima se ve dañada.
Sobre todo, esta desvirtualización de sí mismo/a suele formar niños inseguros, tristes, angustiados, retraídos.
- Da lugar a respuestas de huida o evitación. Puede que intente evitar la escuela, las tareas escolares, estudiar menos de lo que debe…
- Un castigo, para él o ella, puede convertirse en una recompensa (por ejemplo, si le echan de clase y para él es mejor porque así ya no le preguntan ni le corrigen los deberes que no ha hecho). Debemos tener cuidado con esto.
- Además de que el castigo constituye un modelo educativo a imitar y lo llevará a cabo con compañeros, hermanos pequeños y con todo aquel que pueda y, por supuesto, en la etapa adulta será la única manera que tenga de educar a sus hijos.
Por todos estos motivos, debemos conocer muy bien cómo, cuándo y porqué aplicar los castigos.
Existen situaciones en las cuales está en juego algo muy importante para el educador y puede que no se encuentre otro método que consideremos que puede ser más eficaz que algún castigo.
En estos casos, debemos tener en cuenta unas reglas básicas para aplicar el castigo para que sea efectivo:
- El castigo debe ser INMEDIATO.
No nos sirve de anda aplazarlo con frases del tipo… “esta tarde no bajarás al parque”, “el fin de semana no tendrás videoconsola”…
- Se debe castigar SIEMPRE que se cometa la falta
Si no castigamos cada vez que se cometa esa falta en concreto, provocaremos que el niño discrimine, teniendo pensamientos del tipo “hoy está de buenas y no me castiga” …
Por lo que haremos que los castigos sean incoherentes, puesto que en la cabeza de nuestro hijo no estará el castigo relacionado a la acción que ha hecho o ha dejado de hacer, sino que dará más importancia a… “si ayer no dijo nada, ¿por qué hoy sí me ha castigado?”.
- El castigo siempre debe ser PROPORCIONAL
La mala conducta de nuestro hijo debe ser penalizada, pero siempre en proporción a lo que ha hecho o dejado de hacer nuestro pequeño. No debe ser igual el castigo por no recoger la habitación que por fugarse del instituto.
- El niño debe CONOCER EXACTAMENTE cuál ha sido la conducta que ha dado lugar al castigo
Si nuestro hijo no tiene clara la razón por la cual le han castigado, lo puede considerar una falta de afecto. Pueden surgir en él pensamientos
del tipo: “no me quieren”, “me tienen manía”.
SE DEBE CRITICAR LA CONDUCTA, NUNCA LA PERSONA
- El castigo eficaz es CORTO pero INTENSO
No nos vale nada lo siguiente:
- Castigar toda la semana
- Impedir la obtención de refuerzos durante días enteros (especialmente los refuerzos verbales, frase de afecto, miradas cómplices o caricias)
- Estar enfadado con el/la niño/a durante varias horas (demasiadas)
- Gritar o amenazar constantemente
NO OLVIDAR NUNCA
AL CASTIGAR UNA CONDUCTA NO DESEADA, SIEMPRE SE DEBE OFRECER OTRO CAMINO POSIBLE PARA CONSEGUIR LO QUE SE BUSCA.
Y sin duda, todo este post nos lleva a la certeza de que, con la violencia, ya se trate de violencia física o verbal, lo único que conseguiremos es más violencia por medio de malas respuestas, rabietas, agresiones…
Si quieres entenderlo mejor. Te dejamos uno de nuestros casos prácticos.