Caso Práctico: Castigos ¿Sí o no?

Hoy os dejamos el correspondiente caso práctico de los castigos.

Estas vacaciones Pablito ha estado un poco revolucionado, quería hacer lo que a él le apetecía, ha tenido muchas rabietas, gritaba, molestaba a todos en casa y, si salían a hacer algún recado, montaba numeritos por cualquier motivo.

En definitiva, se ha estado portando regular.

Sus papás se empezaron a poner nerviosos porque no les hacía caso en ningún momento y les costaba mucho salir a la calle a disfrutar de los días libres.

Después de insistir con frases del tipo, “eso no se hace Pablo”, “ya está bien”, “no grites”, “estate quieto”, “deja de hacer el tonto», el Papá, ya muy enfadado, decidió darle un par de cachetes en el culo y castigarlo a estar encerrado en su habitación toda la tarde y sin jugar con su juego favorito el resto de las vacaciones.

Cuando tuvieron un momento a solas, la madre le comento a su marido:

Mamá de PabloHe estado leyendo sobre los castigos y creo que podríamos intentar utilizar otras técnicas que parece que son más beneficiosas y corrigen su comportamiento más rápidamente y sin necesidad de pegarle en el culo ni castigarle todo el tiempo…

El padre interesado por lo que su mujer le comentaba, respondió:

–  Me parece estupendo, a ver si conseguimos que se comporte porque ya no sé qué hacer.

– Mira, los especialistas recomiendan que, cuando el niño comienza a portarse mal, debemos agacharnos a su altura y decirle claramente que ese comportamiento no nos gusta, pero lo más importante es enseñarle el comportamiento que SÍ esperamos de él.

Papá de Pablo

– Tiene sentido, Pablo es pequeño para saber aún cómo tiene que comportarse o qué esperamos que haga en cada momento. Quizá haciendo eso sí que funcione.

– Sí, pero también comentan que, en el caso de que no funcione nada y haya que castigar, que dejemos muy claro que ese comportamiento concreto tendrá una consecuencia concreta. Que Pablo sepa que cada vez que se comporte así, obtendrá el mismo castigo (quitarle el juguete) y no otro distinto.

Esa tarde, salieron a dar una vuelta y comer un helado.

Pablo quería todos los sabores que había en el mostrador y, como evidentemente no podía ser, se puso a gritar y a dar golpes en la puerta de la heladería.

Sus papás pusieron en práctica las técnicas que habían aprendido, se agacharon, le dijeron que no estaban contentos con lo que hacía, le ofrecieron alternativas “todos los sabores no puede ser, Pablo, cuando te calmes, elegiremos un helado que te guste”.

Pablo con su papá y un helado.

Tuvieron que repetir esta frase unas cuantas veces y tuvieron que ignorar el comportamiento disruptivo de su hijo un rato largo, pero finalmente funcionó y Pablo señaló con su dedito el helado de fresa.

–  Quiero ese.

– Muy bien cariño, ¿lo quieres con cucurucho?

Y de esta manera, comenzaron a saber manejar mejor las rabietas de su hijo sin tener que recurrir siempre y de forma sistemática al castigo. De ahora en adelante, comenzarían a premiar lo bueno, así, Pablo aprendería lo que sí debe hacer y sus papás estarían contentos y podrían disfrutar todos juntos de las vacaciones y del día a día.

 

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