Es muy común que, cuando nos imaginamos siendo padres, lo hacemos siendo los mejores, un ejemplo a seguir para nuestros hijos y con una extremada paciencia que hará que nunca perdamos los papeles.
En ocasiones, analizamos y opinamos sobre la forma que tienen otros padres de actuar y educar a sus hijos:” ¿cómo pueden hacer eso?”, “no puedo creer que sea así”, “¿por qué pierden le gritan a su hijo de ese modo?” … etc.
¡YO NUNCA HARE ASÍ LAS COSAS!… Nos decimos a nosotros mismos.
Pero llega el momento de ser padres, de estar cansados, con prisa, con preocupaciones en la cabeza y, de repente, tu hijo se pone en el suelo a tener una rabieta que hasta los coches tienen que frenar y, os sorprendéis diciendo y haciendo todas esas cosas que jamás pensabais y que criticabais de otros padres.
La razón más común que nos lleva a nuestro límite y a explotar es la desesperación: a veces, la conducta de nuestros hijos dista mucho del ideal de conducta que tenemos en la cabeza, el que consideramos apropiado y, esto, puede llegar a irritarnos en exceso.
Pero no nos alarmemos, es lo más normal del mundo pues ningún niño ha venido al mundo a ponérnoslo fácil. Surgirán mil momentos y situaciones en las que nos sintamos desbordados. Podemos tener la mayor paciencia y sosiego del mundo que, todo el mundo en algún momento llega a su límite y explota.
Cuando llegamos a este punto y nos vemos sobrepasados por la situación podemos recurrir sin quererlo al etiquetado negativo, buscando que nuestro pequeño se sienta incómodo y así cambie la actitud y se comporte mejor.
Este etiquetado negativo “qué lento eres, ¿quieres darte prisa?”, “eres muy pesado”, “siempre estás igual” poco a poco hace mella en la autoestima de nuestros hijos y puede convertirse en un problema, esto es algo que todos conocemos y que probablemente queramos evitar, sin embargo, realizar lo contrario de cualquier manera también puede ser perjudicial para nuestros hijos.
¿Existe el etiquetado positivo?
Sí, igual que cuando nos enfadamos a veces se nos escapan calificativos negativos, cuando estamos contentos y orgullosos suelen emplearse frases positivas y de ánimo que son muy beneficiosas para nuestros peques: “eres el más listo”, “ese es mi campeón”, “qué bien lo estás haciendo”, “estoy muy orgulloso de cómo te estás comportando” son algunas de ellas.
Sin embargo, las etiquetas positivas no están exentas de “peligros”. Es importante saber cuándo y cómo hacerlo puesto que podemos estar empleándolo mal y haciéndole daño a la autoestima de nuestr@ hij@.
Lo ideal es no etiquetar positivamente de manera general, sino enfocar el elogio hacia una acción concreta. Es decir, si le decimos a nuestro hijo que es el mejor en algo (ya sea dibujando, haciendo algún deporte, a la hora de estudiar, en matemáticas… lo que sea), tomará este estándar como el objetivo a seguir y por tanto guiará todos sus esfuerzos en seguir en este punto.
Sin embargo, puede darse el caso de que llegue a su límite y, viendo que no alcanza el nivel que considera que esperamos de él, se desilusione o sienta una presión inmensa, llegando a hacerle sentir bloqueado en ese aspecto.
¿Cómo hago esto?
Te dejamos algunos ejemplos de cómo etiquetar positivamente una acción:
- ¡Has dibujado ese árbol muy bien, muy realista!
- ¡Qué buen chute!
- Me gusta mucho ver que te has esforzado y al final lo has logrado.
- Eso que has escrito está muy bien redactado.
- Me encanta todo lo que te has esforzado para ordenar tu habitación.
En definitiva:
Debemos evitar las etiquetas a la persona, las negativas porque minan su autoestima y las positivas porque pueden llegar a crearle una presión innecesaria.